Holzman, Helene
Helene Holzman (1891-1975), autora de estas estremecedoras memorias. Era alemana de nacimiento, lituana de adopción, descendiente de judíos, pintora de renombre y profesora de dibujo, estaba casada con un intelectual cosmopolita, Max Holzman, alemán, aunque parece que de sangre `contaminada`, su pasión era la literatura y se dedicaba al comercio de libros.Con la entrada de las primeras tropas alemanas en Kaunas se truncó de golpe el destino de los Holzman. Max y Marie -la mayor de las dos hijas del matrimonio- fueron detenidos de inmediato por partisanos cazajudíos. Al librero lo fusilaron al día siguiente, Marie volvió a casa, pero al ser una pacifista que incluso visitaba en el hospital a los soldados alemanes heridos para convencerlos de la inutilidad de la guerra, acabó por caer otra vez en manos de los patriotas. Encarcelada durante semanas, la asesinaron en diciembre de 1941 durante la llamada `gran acción`, que costó la vida a los detenidos políticos y a 10.000 judíos de Kaunas, uno de los lugares más remotos del Holocausto.
Tras perder a su marido y a Marie, a Helene sólo le quedaba Margarete, la hija pequeña. En su desesperación y a la vista del desmoronamiento moral que la rodeaba, del peligro que corría su vida, sólo la mantuvo viva la idea de que su pequeña debía vivir a toda costa. De ahí el título que más adelante adoptarían sus recuerdos. Madre e hija se libraron de momento de ir al gueto por su procedencia alemana. Abandonaron su espaciosa casa y se refugiaron en la pequeña cabaña de dos rusas, Las Natachas.
En torno a las nuevas amigas acabó formándose un círculo exclusivamente femenino -los maridos, novios, hijos, habían muerto o estaban presos- que empleó toda su fortaleza e ingenio en ayudar a los habitantes del gueto, bien enviándoles comida, escondida de mil maneras, o bien llegando incluso a evadir personas a través de las alambradas, sobre todo niños, a los que luego alimentaban y daban cobijo.
Estos `tres cuadernos` los redactó Helene en el año 1944, a salvo ya de la locura colectiva que le tocó padecer, pero acusando las huellas indelebles del sufrimiento: su prosa concisa, su objetividad exenta de sentimentalismo son un poderoso antídoto contra la punzada de unos hechos traumáticos, indelebles e imperdonables. Por lo demás, si por una parte el relato testimonia la transformación de cientos de ciudadanos `normales` en bestias feroces ávidas de rapiña, si da cuenta de los crímenes perpetrados por lituanos y nazis, por otra da fe de la grandeza humana de esas valerosas mujeres, todas ellas `marcadas`, como señala Holzman, con la estrella amarilla que debían llevar como distintivo los judíos, o con el hierro candente e invisible de la vida rota.
El prestigioso premio alemán Hermanos Scholl le fue concedido a Esta niña debe vivir con la observación de que `en su calidad de testimonio individual impresionante y profundo bien merecía figurar junto a los diarios de Ana Frank y Victor Klemperer`. En cualquier caso, la historia de Helene Holzman y sus amigas demuestra que a las locuras colectivas provocadas por ideologías y fanatismos siempre acaba por oponérsele el valor individual, hijo del amor a la libertad y la solidaridad espontánea con los que sufren, y que la saludable educación humanista, encaminada a salvaguardar la dignidad humana, cuando arraiga en buena tierra da sin rémora sus frutos.