Cardona, Jacques & Solivères, Gérard
Año de gracia 751 de la era cristiana, año 129 de la Hégira. En la antigua ciudad de Damasco, capital de Siria, el joven príncipe omeya Abderramán ha de huir, llevándose con él a los pocos supervivientes de su familia. Abu-l-Abbás el Sanguinario y su más despiadado secuaz, Ben Mabruk, van en su zaga con la intención de hacer desaparecer la estirpe omeya de la faz de la Tierra. Esa dramática fuga, en la que el joven Abderramán pierde a toda su familia bajo el frío metal de Ben Mabruk, termina en las costas de al-Ándalus, límite occidental de Dar al-Islam, donde se encuentra de bruces con su destino.
Como regalo a la tierra que les ha acogido, el joven Abderramán planea construir una mezquita capaz de dejar pequeño cualquier templo creado por el ser humano: la Mezquita de Córdoba. Antes de acceder a su recinto, al pasar por el patio de las abluciones, perfumará a los fieles el azahar de los naranjos, les refrescará la sombra proyectada por las infinitas filas de palmeras y les limpiarán las fuentes cristalinas; en su interior, se desplegará un bosque de más de ochocientas columnas sobre las que se reproducirán millares de arcos de herradura bicolores que ascenderán al cielo; su mihrab, único en el mundo, estará orientado al sur y no hacia la Meca, para evitar postrarse ante los abasíes de Bagdad.
Alzada sobre la antigua basílica de San Vicente, la construcción de la mezquita da pie a una aventura cuya trama gira alrededor de los misterios que se esconden en la arquitectura sagrada y en los vínculos existentes entre las tres religiones, y que se desvelan cuando Alhaquén II, descendiente del primer califa de Córdoba, despeja la incógnita, descubre la cuadratura del círculo y contempla la forma en la que el cielo y la Tierra se hacen uno.
A través de las vidas de dos personajes claves de la saga de los Omeyas, Abderramán I y Alhaquén II, y ambientada en la época en la que se construyeron la Mezquita y Medina Azahara, El arquitecto de los cielos nos introduce con rigor histórico, pero al mismo tiempo con espíritu de la aventura y de la inquietud por el conocimiento, en un pedazo apasionante de nuestra historia