Simmons, Dan
Algunos lugares son demasiado perversos para que se tolere su existencia. Algunas ciudades son demasiado ponzoñosas para poderlas soportar. Calcuta es una de ellas. Antes de Calcuta me hubiera reído ante semejante idea. Antes de Calcuta no creía en la maldad... ciertamente no como una fuerza independiente de las acciones del hombre. Antes de Calcuta yo era un insensato.Una vez que los romanos hubieron conquistado la ciudad de Cartago, mataron a los hombres, vendieron como esclavos a niños y mujeres, derribaron los grandes edificios, rompieron las piedras, prendieron fuego a los escombros y cubrieron la tierra de sal para que nada pudiera crecer de nuevo. Eso no basta en el caso de Calcuta. Calcuta debería ser aniquilada.Antes de Calcuta participé en manifestaciones contra las armas nucleares. Ahora sueño con nubes de hongos nucleares alzándose sobre una ciudad. Veo edificios deshaciéndose en lagos de cristal. Veo calles pavimentadas fluyendo como ríos de lava y ríos auténticos hirviendo y despidiendo inmensas gotas de vapor. Veo figuras humanas danzando como insectos abrasados, semejantes a obscenas mantis religiosas, chisporroteando y reventando sobre un fondo intensamente rojo de destrucción absoluta.La ciudad es Calcuta. Los sueños no son desagradables. El canto de la diosa Kali produce el sonido de la muerte. Un periodista sostiene que su culto no ha desaparecido aún en nuestro moderno mundo tecnológico y está dispuesto a comprobar sus afirmaciones. Nada le resultará sencillo, y lo que empezó como un trabajo rutinario se convertirá en una pesadilla en la que el protagonista sólo escucha mentiras y choca contra el muro de la indiferencia oficial cuando acude a las autoridades en busca de ayuda.