Gardner, Erle Stanley

Rob Trenton ocupaba una mesa en la acera, la segunda tarde consecutiva, consumiendo Cinzano a intervalos y cuidadosamente espaciado; así podía mantener perpetuamente ocupada su mesa, dándose cuenta, bien a pesar suyo, de que la ley del tanteo es una cosa traicionera. Cada uno de los pelmazos que a bordo del trasatlántico él había eludido durante el viaje, insistían en sentarse en la silla vacante que tenía a su lado, diciéndole que tenían tiempo suficiente para ver París. Pero la única persona que Rob quería desesperadamente ver, no apareció.

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