Vázquez-Figueroa, Alberto
El general Gonzalo Baeza, un firme defensor de los derechos de los nativos, recibe de manos de su viejo amigo monseñor Alejandro Cazorla una misiva real en la que se le ofrece un importante cargo como gobernador de la isla de El Hierro. La intención de la Corona es acabar con la esclavitud y restablecer la justicia en el archipiélago, pero Baeza, inexplicablemente, rechaza el ofrecimiento, cuyos motivos se remontan a años atrás y porque regresar a la isla significaría retornar a un lugar y un pasado que Baeza lleva años intentando olvidar.
Siendo un joven teniente lleno de vida y entusiasmo, nombraron a Baeza segundo en el mando de un destacamento cuyo objetivo era instalar un enclave que garantizase la soberanía española sobre la isla. En dicha misión nada resultó fácil, Baeza perdió a varios de sus hombres durante una misión de exploración en la isla y el comportamiento de su superior, el capitán Castaños, resultó extraño desde el principio. Muy pronto, Baeza comenzó a sospechar de él. No obstante, durante dicha expedición Baeza también encontró el amor en una hermosa joven de nombre Garza, quien le ayudó a conocer un secreto largamente guardado por los isleños y cuyo conocimiento estaba vedado a todo aquel que no fuese natural de la isla: una sustancia increíblemente valiosa por la que muchos hombres, incluido el capitán Castaños, perderán la cabeza.