Colfer, Eoin
Meg nota que la situación se le ha ido de las manos. Nunca debió pedirle ayuda a Belch el Eructos, porque ahora se ve obligada a atracar el piso de un jubilado para devolverle el favor. Y no le gustan nada ni Belch, ni su perro diabólico, ni que el anciano señor Lowrie tenga un sueño ligero. En pleno “trabajillo” los dos chavales mueren, pero hay un problema: Meg tiene los mismos puntos para ir al cielo que al infierno. San Pedro decide mandarla a la Tierra como fantasma y darle una última oportunidad: si ayuda a Lowrie a cumplir su lista de deseos, su aura se volverá azul e irá directa al cielo. No parece tan difícil, pero es que cierta actitud de Meg hacia su padrastro ha suscitado el interés de Satán, que decide mandar a alguien para dificultarle su tarea. Por su puesto, ese alguien es Belch o, mejor dicho, el engendro en el que se ha convertido al mezclarse con su perro, pero mejorado con algunos implantes de la última tecnología del infierno.