Altgelt, Carlos A .

¡Vamos ya a la morgue! exclamó Ochoa sin darme explicaciones.
Todo comenzó en enero de 1936, en lo que resultó ser el período más excitante y peligroso de mi vida. Un asesino serial andaba suelto por las calles de Buenos Aires. Lo apodamos `El Acertijo` porque se burlaba de las autoridades dejando pistas en el cuerpo de sus victimas. Debíamos atraparlo antes de que cometiera un nuevo crimen o, como `Jack el Destripador` desapareciera para siempre.

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