González-Pola Jaquete, Covadonga
Sobrevivir al fin del mundo es algo tan cruel como paradójico. ¿Qué sucedería si la Humanidad se viese destruida por culpa de su propio poder, qué pasaría si finalmente todo el progreso acumulado y el egoísmo de las personas por conseguir su propio bienestar se viesen revertidos, y acabasen con nosotros tan rápidamente como podemos chasquear los dedos? “El fin”, es lo que la mayoría de la gente diría. “Se acabó”, y, a pesar del dolor, no habrá más que llorar hasta que llegue, pues no habrá un mañana. El problema, en nuestro caso, fue que sí hubo un mañana, bajo un sol más gris y más lejos de nosotros, diezmados, agotados, hambrientos y enfermos porque nos tocó seguir en un mundo que ya no debería existir. Hasta los planes del mismísimo Anticristo pueden salir mal.