Cruz, San Juan de la
La llamada noche oscura consta de dos fases. La primera es una fase activa que se denominan “noche activa de los sentidos”, dentro de la cual, a su vez se pueden encuadrar, la llamada noche activa de las potencias. La segunda fase, es pasiva, y se denomina “noche pasiva de los sentidos”, durante la cual, el alma tiene una actitud pasiva, pues es el Señor el que toma la iniciativa. Es aquí en esta fase, donde el alma obtiene la experiencia de la unión con Dios. En la primera fase en la activa de los sentidos, es el alma la que lucha para perfeccionarse y librarse de sus faltas y pecados. Este es el camino que el alma ha de seguir, para pasar de la llamada lucha ascética, a la mística, donde el alma alcanza la perfecta contemplación. La fase que aquí nos interesa examinar, es precisamente la denominada, noche o fase activa de los sentidos. Terminada esta comenzará la llamada fase pasiva de los sentidos. En esta primera fase activa, el hombre tiene que morir al pecado. Puede ofrecerse para ser crucificado, pero él no puede crucificarse a sí mismo, por más que el alma se ayude ella no puede activamente purificarse, tal como explica Edith Stein. Cuando la noche activa ha comenzado, debe de completarlo la noche pasiva, esto es, el mismo Dios la completará, porque una vez que el alma abandona el gusto de las cosas de este mundo, siente algo así, como si el suelo le faltara bajo sus pies. Pero no es esto lo que sucede, sino que de hecho quedamos asentados sobre un camino más seguro, aunque tenebroso y envuelto en la noche: el camino de la fe. Es el camino que conduce a la meta, de la divina unión.