Es el primer día de los juegos inaugurales del Anfiteatro Flavio, el primero de cien. El público en las gradas está entusiasmado, la más exquisita aristocracia llena las galerías. El emperador Tito está disfrutando de su obra maestra: un gigante de mármol y de piedra que desafía al cielo. Un legado para la gloria de Roma. En el umbral de la pista, que las futuras generaciones llamarán Coliseo, hay un gladiador roto y a punto para matar. Un hombre al que han preparado para su destino que tendrá que luchar para romper su pacto con la muerte. Hoy, después de años de entrenamiento, ha llegado su día y él no está dispuesto a caer en el olvido de los vencidos.

Con una pluma magistral, la fuerza de Sarasso radica en su capacidad para agitar las emociones y permitir al lector vivir dentro de la época que narra, buscando la esencia de las personas, intentando descifrar sus emociones para así recrear la cotidianidad de una época y hacerla real a los ojos del lector.