Molinos, Luis
En el verano del año 997 Almanzor, caudillo de Al Andalus, llegó con su ejército hasta Compostela, el máximo símbolo de la Cristiandad. Cuentan las crónicas que arrasó por completo la villa, respetando tan sólo, misteriosamente, la tumba del Apóstol.
Ludovico de Borobia estaba allí ese día. Había llegado peregrinando desde la frontera de Castilla para venerar al Santo y tuvo que asistir impotente a la devastación de la ciudad. De regreso a sus tierras descubre horrorizado que su casa ha sido destruida y que su familia ha desaparecido.
Peregrino a Santiago por una promesa de fe y obligado después a peregrinar durante muchos años para recuperar el mundo que le habían arrebatado, Ludovico fue un representante destacado de los hombres y mujeres que habitaban en la frontera que separaba a los cristianos del norte de los musulmanes del sur.
La vida de los cristianos fronterizos en tiempos de Almanzor, en la encrucijada de los siglos X y XI, era dura, difícil y peligrosa. Se necesitaba una fe determinante y unas sólidas convicciones para sobreponerse a los golpes que año tras año asestaba el hajib del Califato; la fe que poseían Ludovico y los que con él compartieron esos años, terribles y espléndidos a un tiempo.
Aquellos admirables castellanos.