González Duro, Enrique

La buena memoria El 1 de abril de 1939, con el ejército rojo preso y cautivo, los ejércitos nacionales de Franco obtuvieron una victoria incondicional, pero no por ello vino la paz para todos los españoles que habían participado en la cruenta y prolongada guerra civil. Los vencidos, a no ser “afectos” al nuevo régimen que se implantaba, fueron objetos de sospecha y persecución, porque la nueva vieja España debía ser purificada de la “mala hierba” que tanto había crecido durante la época republicana. Se inició una política sistemática e implacable de exterminio, represión, depuración y "regeneración" de todos los rojos o sospechosos de serlo; avalada ideológicamente por las teorías de fervorosos psiquiatras que abogaban por la higienización de la verdadera raza hispánica. Sin posibilidad de defensa, los vencidos debieron refugiarse en el silencio, el retraimiento, la pérdida de identidad y la interiorización de la memoria histórica, preocupándose sobre todo de sobrevivir en circunstancias adversas y sin perspectivas de un futuro mejor. El miedo fue el sentimiento más generalizado, miedo a la denuncia, a la detención, al encarcelamiento y la tortura, y a la ejecución. Un miedo que, junto al hambre, determinó toda una patología social y la necesidad de una resistencia que, pese a su inoperancia, permitió a muchos mantener sus señas de identidad y transmitir su experiencia a generaciones posteriores.

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