Asenjo Sedano, José
En Guadix, con su mole anclada en una heroica época inmemorial de honor y de guerra, se sitúa el escenario de «Los guerreros». Allí, entre la Catedral y la torre de la Alcazaba como vigías, se levantan las casas de los Espinosa y los Fonseca (los Montesco y Capuleto de nuestra historia) que polarizan el discurrir diario de la ciudad por su odio secular y su mutua intransigencia: «el amor estaba muerto dentro de aquellos muros y sólo había odio por todas partes». Frente a ellos, como si la Historia diese un paso atrás y fuese un eco lejano de las luchas medievales entre moros y cristianos, surge todo un mundo de adolescentes, de muchachos que libran sus batallas actuales en las afueras de la ciudad, con sus jinetes y sus infantes, sus vencedores y sus vencidos, y también sus moros y sus cristianos. Pero por encima de todo, y siempre presente a lo largo de toda la novela, fluye el halo poético de un encendido amor adolescente, de una bella y patética historia amorosa, en constante antagonismo con la incomprensión y mezquindad del mundo adulto. Mientras, el tiempo sigue su camino demoledor y la ciudad empieza a salirse por fuera de las murallas.