García Sánchez, Javier
Hasta aquí el Diario de Josef Króhaska tal como él lo dejó aquella mañana del 3 de junio de 1983. Serían aproximadamente las diez horas y treinta minutos. Ni una palabra, ni una sola línea o párrafo he tocado de su monumental contenido. Y digo monumental no tanto por el hecho de ser extenso, que lo es, sino sobre todo por el espacio de tiempo relativamente breve en que lo redactó. Nueve meses. Era checo. Vivía solo. Se licenció en psicología, inútilmente. Había sido taxista y trabajaba de guardia jurado. Un enamorado de Bach, Kant y de las armas. Cierta mañana, sin que se conozcan las causas, entró en un colegio de la localidad de Niedernhausen y empezó a disparar sobre los niños. Luego se pegó un tiro en la boca. En su barrio de Frankfurt le conocían como el mecanógrafo. Se llamaba Josef Króhaska y tenía treinta y cuatro años. La pregunta es: ¿Por qué lo hizo? La respuesta se halla aquí, en su Diario, una muestra de que la locura puede escribirse, de que es posible denunciar el horror, si ellos no lo impiden antes. Ahora, sin embargo, el cerco se ha roto y ellos han cometido un error: dejar que se publique este libro.