Tesson, Sylvain
Desde el momento en que supe que no podría hacer gran cosa para salvar al mundo, empecé a pensar en instalarme por un tiempo, solo, en una cabaña. Compré una isba de troncos, lejos de todo, en la orilla del lago Baikal. Allí, durante seis meses, a cinco días de marcha del pueblo más cercano, perdido en una naturaleza desmesurada, traté de ser feliz. Creo haberlo logrado. Dos perros, una estufa a leña, una ventana a un lago, bastan para vivir. ¿Y si la libertad consistiera en adueñarse del tiempo? ¿Y si la felicidad fuera disponer de soledad, de espacio y de silencio cosas de las que carecerán las generaciones futuras?