Leadbeater, C. W.
No permitas que el sol ardiente de la mañana seque una sola lágrima de dolor, antes que tú la hayas enjugado en el ojo del que sufre. Pero deja que las lágrimas de tus hermanos humanos, caigan una por una en tu corazón, y que en él permanezcan sin secarse, hasta que se haya desvanecido el dolor que las causó.