Grey, Zane
Tal vez les parecerá a ustedes raro que entre todas las historias que oí referir en Río Grande escoja, en primer lugar, la de Buck Duane, pistolero y proscrito.
Mas la verdad es que la que me refirió el guardia rural Coffee del último de los Duane surge siempre de tal modo en mi memoria que, dando rienda suelta a la ima-ginación, la he vuelto a contar a mi modo. Está relacionada con la antigua ley y las viejas luchas fronterizas; merece, por consiguiente, la primacía. Es muy posible que tenga en breve el placer de escribir un libro acerca de la vida fronteriza de nuestros tiempos, que, según dice sentenciosamente Joe Sitter, «es tan mala y tan salvaje como siempre».
En el norte y en el este de los Estados Unidos existe la creencia popular de que las historias fronterizas son algo tan remoto, que sólo se recuerda ya en los libros. Al pensar en eso, me parece ver de nuevo al guardia rural Sitter cuando me aseguraba todo lo contrario, acariciándose una herida de bala, no cicatrizada aún. Y también recuerdo al gigante Vaughn, a aquel hijo típico de los leales tejanos, sentado apaciblemente, con la cabeza vendada, y su mirada pensativa y amenazadora para todo foraiido que le preparase una emboscada. Sólo han transcurrido tunos meses desde que pasé entre ustedes aquella memorable temporada. Y sin embargo, en tan corto tiempo, Russell y Moore han traspuesto la Cordillera en calidad de guardias rurales.