Baroja, Pío
Después de una pausa de dos años, en octubre de 1924 y estando en Biarritz, Baroja termina Las figuras de cera que, dentro de las Memorias de un hombre de acción constituye una especie de trilogía con La nave de los Locos y Las mascaradas sangrientas. La acción sigue centrada en Bayona, siendo figuras principales el trapero Chipiteguy y el joven Álvaro Sánchez de Mendoza, enamorado de la nieta del primero. La manera de combinar la acción novelesca con las intrigas aviranetianas refleja gran maestría y puede afirmarse sin miedo a cometer error, que estas tres novelas son de las mejores de la serie.
Las figuras de cera se divide en cinco partes. En la primera se nos presenta a Chipiteguy y se describe su entorno. La segunda es una novela de espías: Aviraneta fabrica un conjunto de documentos falsos (el Simancas) que deberán ser introducidos en el campo carlista por uno de sus agentes de forma que resulten creíbles. La misión culmina con éxito total, y como resultado, se producen graves enfrentamientos internos en el bando carlista que, de modo indudable, contribuyeron al desenlace de la primera guerra civil. Las otras partes, de mayor interés novelesco se dedican a contar las andanzas del viejo Chpiteguy y sus allegados, hasta llegar al momento del secuestro de éste, en que queda interrumpida la acción.