Vereiter, Karl von
Ni siquiera la guerra puede arrancar de la mente del hombre el aguijón imperativo del deseo. Es la ley misma de la vida. Aún más, cuando el peligro se cierne sobre la criatura humana, se exacerba el ansia de placer. Así, el soldado que va a morir unos metros más allá, se alza gozoso de la mujer que acaba de violar, y el combatiente aprovecha el más corto permiso para visitar el prostíbulo. Profundos conocedores de las debilidades humanas, los nazis forjaron el más colosal cepo que jamás haya sido ideado. Sabían que un hombre, en los brazos de una mujer, se olvida frecuentemente de los graves deberes que caen sobre él, de los secretos que le han sido confiados. No se sabe exactamente de quién partió la idea, aunque salió sin duda de los tenebrosos despachos del SO alemán, a cuya cabeza se encontraba el Verdugo de Praga, el Reichprotektor de Bohemia y Moravia, el Obergruppenführer Reinhard Heydrich, el niño mimado del Reichführer Himmler.