Robeson, Kenneth

El hombre tenía sólo un brazo. Por consiguiente, para cargar el revólver, tenía que agacharse y asir el cañón entre las rodillas mientras metía cartuchos nuevos en el cilindro. El arma había estado cargada ya; pero estaba cambiando los cartuchos por miedo a que se hubieran mojado, al parecer.
El aire de la noche estaba cargado de una bruma que calaba. Estaba muy oscuro allí, junto a las muelles de Nueva York.
El manco había estado merodeando por los alrededores furtivamente

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