Robeson, Kenneth
Dos hombres iban juntos por cierta concurrida calle de Nueva York. De pronto uno de ellos volvióse y, señalando en dirección al bronceado hombretón que acababa de pasar, dijo:
—!No me cambiaría yo por ese tipo ni por un millón de dólares!
Su compañero miró también al hombre de bronce.
—Lo creo— asintió—. Yo no duraría un día en su pelleja si la mitad de lo que se dice de él es cierto.
Si el hombre de bronce se dio cuenta de la atención que estaba despertando, no dio la menor muestra de ello. Mucha gente volvía la cabeza para mirarle; pero el hombre de bronce seguía adelante, con su paso largo y ágil.