Robeson, Kenneth

"Aquel hombre era un desalmado, evidentemente, y sin embargo, ¡lloraba!. Gimió varias veces. Una ligera espuma le asomaba a los labios como a un niño medio loco de espanto y de horror. Sudaba, a pesar de que la tarde era fría, una de las más crudas de aquel invierno. -¿Oyes?-preguntó a su compañero. La acera vibraba visiblemente y se estremecía a impulsos de un rumor sordo y prolongado procedente, al parecer, de las entrañas de la tierra, que aumentó por grados, hasta convertirse en bramido aterrador."

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