Eaton, George L.

Yo debería, ya estar muerto, convertido en cenizas, entre los restos de un avión de carreras. Hace de eso cinco años. Pero por la bondad de Dios y gracias al valor de un hombre, puedo contarla todavía.
Tengo contraída con ese hombre la mayor de las deudas... Mi vida. Se la debo hace ya cinco años y aún no me ha sido posible pagarle. Lo he intentado varias veces. Mi auxilio le habría sido eficaz en alguna ocasión, pero él ha frustrado todas mis tentativas.
Y ahora voy a contarte cómo sucedió la cosa:
Yo era piloto de pruebas de la “Carse Aviation Corporation”. Habían inscrito un avión de carreras en la reunión de 1930, en la que se admitían aparatos de todas las características. El avión, en cuestión era muy pequeño, de ala baja, casi todo motor y nada más. Lo probé a fondo y pude cerciorarme de que funcionaba de un modo magnífico y que tenía una velocidad extraordinaria.

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