Eaton, George L.

En las sombras de las estrechas calles parecían hallarse al acecho la muerte violenta y el asesinato; y también se pudiera creerlas agazapadas en las oscuras y míseras casas de aquel barrio, situado en el extremo norte de Central Park, conocido con el nombre de barrio español.
Allí, los descendientes de la sangre pura castellana se mezclaban con portugueses, mulatos, con mestizos de las Antillas y con otras variedades de hombres y mujeres cuyo color de piel iba desde el negro azabache o del amarillo, hasta los tipos casi completamente blancos, y aun a los ejemplares rubios y rosados del anglosajón.
Aquella era una especie de olla en que se mezclaban todos los habitantes de las Antillas con americanos. Codeábanse en aquel lugar la intriga, la traición, la lealtad y la valentía. Y allí todos no pretendían otra cosa que vivir de acuerdo con sus costumbres o sus ideales.
En una de las más estrechas y oscuras calles de aquel barrio se hallaban dos hombres en la sucia puerta de una casa de ladrillos, iluminada por los leves resplandores proyectados por una ennegrecida bombilla eléctrica.
Ambos eran jóvenes, tenían blanquísimas dentaduras y vestían con elegancia. Sus negros ojos aparecían risueños y llenos del atrevimiento propio de la juventud.
En respuesta a su llamada, abrióse un ventanillo en la puerta maciza y sucia.
Por un momento un ojo los observó receloso; luego la puerta se abrió en silencio y se cerró después de darlos paso, con un fuerte chirrido de los goznes. Un sujeto, con la cara señalada por la viruela, los condujo por un corredor casi oscuro, abrió otra puerta y los hizo penetrar en una estancia, en cuya atmósfera flotaban los olores confundidos del ajo y del vino tinto.

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