Eaton, George L.
Precisamente entonces Shorty Hassfurther se hallaba en el mayor apuro de su vida. Física y mentalmente sufría terribles torturas y, lo peor de todo, era que aquello ocurría en la carlinga de su muy amado avión de caza.
Revolvíase a intervalos de pocos minutos. Habían intentado todo cuanto sabía cerca de la telepatía, para intentar el soborno, pero nada le dio resultado.
Cada vez que se volvía para mirar a su espejo retrovisor, podría ver el mis-mo tubo de acero azul que le apuntaba.
A fuerza de contemplar aquel arma amenazadora, Shorty llegó a tener la sensación de que le apuntaba, no un pequeño revólver, sino un cañón de 16 pulgadas. Y, a no ser por el dedo, semejante a una garra, que estaba doblado sobre la palanca del disparador, hubiera tenido la convicción de que la amenaza procedía, en realidad, de un cañón y no de un arma corta.
-¡Con qué gusto le daría un puñetazo de los míos! -murmuró Shorty dirigiendo otra mirada hacia atrás.