Martos Rubio, Ana
La huella que el reino de al-Ándalus ha dejado en la península es imborrable y preciada,una cultura sofisticada que llevó a ciudades como Córdoba a la cima de su época.Puede parecer una obviedad recordar que los musulmanes estuvieron en la península durante más de ocho siglos y que su estancia determinó numerosos aspectos d e nuestra identidad nacional como el flamenco, los dulces navideños, gran parte de nuestro lenguaje o el germen de nuestra poesía. No obstante, aún es necesario recordar la historia de la estancia musulmana en España y también es necesario hacerlo de un modo divulgativo y accesible a cualquier persona. Esta es la tarea a la queAna Martosse enfrenta enBreve Historia de Al-Ándalus, presentar la historia de un pueblo que supo convivir con los antiguos habitantes de la península y que trajo, además, la civilización y la cultura que España había perdido tras la marcha de los romanos.El islam hereda el saber grecorromano y el saber oriental por su pacífica expansión por Persia y por Bizancio, ese saber se había perdido en la Europa gobernada por los bárbaros. A la Península Ibérica llegaron invitados por un rey visigodo para que le ayudaran en sus luchas intestinas. Los musulmanes, aprovechando la debilidad y la fragmentación visigoda decidieron quedarse y trajeron con ellos un esplendor cultural que ya no se recordaba.Breve Historia de Al-Ándalusnos presenta de un modo sintético y desmitificador la gloria del califato de Córdoba creado por los Omeyas perotambién las divisiones y los enfrentamientos dinásticos que provocaron la entrada de almorávides y almohades y la consecuente división en reinos independientes. La resistencia cristiana, que había convivido pacíficamente con el islam, aprovecha esa división para ir recuperando territorios, la recuperación total de la península no se dará hasta que los Reyes Católicos no unan los reinos de Castilla y Aragón y aprovechen la debilidad nazarí para conquistar Granada. Después de un breve periodo de convivencia de los moriscos en territorio cristiano, fueron perdiendo, poco a poco, sus fueros hasta que son definitivamente expulsados en tiempos de Fernando III.