Gridley, Austin
La vela ponía una mancha amarillenta en la oscuridad de la choza. Su llama hacía destacar la rústica mesa y los rostros enmascarados de los que se sentaban a su alrededor.
Uno de los tres hombres miraba fijamente la botella de whisky que servía de candelero. Las venillas sanguinolentas de sus ojos denunciaban que era un bebedor y que hubiera deseado que aquella botella de whisky sirviera para algo más que para sostener una vela encendida. Se paso una mano por su rugoso cuello desmesuradamente largo. Sabía que si aquella noche “salían las cosas mal”, podría terminar colgado de una cuerda dentro de algunas semanas. La justicia era muy rápida en el distrito de Trinchera.
El hombre que estaba sentado junto a él extraía rápidas y nerviosas bocanadas de un cigarrillo de “mariguana”. Era una figura extraña. Vestía unos zahones verdes, como los que usan los “dandies” en la parte Sur de la frontera. No obstante, cuando habló, se expresó en un inglés razonablemente bueno y sin acento.
-Habrá que actuar con rapidez, ¿verdad, patrón? -preguntó.
El tercer miembro del grupo afirmó con un movimiento de cabeza.