Grant, Maxwell
La lámpara de la mesa de escritorio, provista de una pantalla de cristal verde, proyectaba un resplandor lívido, espectral, sobre el individuo sentado a la mesa. En su rostro crispado se leían los fúnebres pensamientos que le atenazaban; su mano, que asía temblorosamente la pluma, indicaba que el terror dominaba sus acciones.
Con un esfuerzo convulsivo, el hombre posó la punta de la pluma, sobre una larga hoja de papel amarillo rayado. Al inclinarse sobre la mesa, se hicieron visibles sus facciones, iluminadas de lleno por la lámpara.
Era una cara puntiaguda, un continente anguloso que denotaba su facilidad de palabra y dotes de persuasión. No obstante, en las circunstancias actuales, tan sólo el terror se registraba en su pálida faz.