Martínez de Lezea, Toti

Un día en la vida de un ama de casa es muy largo, entre las exigencias de los hijos y de su marido, la limpieza, la compra y la comida, apenas le queda tiempo para dedicarse a si misma, como por ejemplo darse un buen baño de espuma sin que nadie la moleste. Aparte de todo el trabajo también debe estar perfecta, depilada, delgada y guapa. Es pluriempleada, sin cobrar sueldo alguno y encima debe escuchar los estúpidos comentarios de su vecina, ¿“Tu no trabajas, verdad?”. Entre fregona y lavadora reflexiona sobre otros asuntos importantes, como la cirugía estética, la colaboración del marido y los hijos en las tareas del hogar, la relación entre suegras y nueras y la menopausia Este ingenioso libro está construido como el monólogo de un ama de casa anónima y transcurre a lo largo de 24 horas, el día de su cumpleaños. Como es un día especial decide salir de compras para hacerse un regalo también especial, pero ¡horror!, en el ascensor ya se topa con el viejo verde del barrio que siempre intenta meter mano. Resultado de las compras: el traje chaqueta tan elegante que se prueba y que además le cae perfecto, le parece excesivamente caro, de la tienda de discos, donde finalmente decide adquirir un CD especial, pasa de largo. A lo largo del día va recibiendo llamadas de amigos y familiares bajo el pretexto de felicitarla, y ¿cómo acaba su aniversario?, todos se apuntan a cenar, ¿dónde? en su casa, por lo que no le queda otro remedio que emplear el dinero que pensaba gastar en un regalo muy especial para ella en ... comida para todos. Otra vez es a ella a quien le toca organizar todo. Y al final del día, después de recoger la mesa, los restos de la cena y de planificar las actividades del día siguiente (entre ellos una reunión de vecinos poco agradable), todavía se propone seducir a su marido, para lo que se pone sus mejores “transparencias”, pero, el marido ya se ha quedado roque... Entonces recuerda una anécdota de su madre y la imita: Harta de que nadie de su familia le hace caso, se sube a una escalera y pinta sus reivindicaciones con un pintalabios bien rojo en la blanca pared de la cocina: estoy hasta el moño de...

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