Grant, Maxwell
Las luces de Manhattan arrojaban un fantástico resplandor, vistas desde las ventanas de la pequeña oficina del rascacielos Brinton.
Pero el hombre que se hallaba en la oscuridad de aquella habitación del piso treinta, no se interesaba por el espectáculo de las brillantes luces. Sus ojos observaban los pisos superiores, de un enorme edificio de viviendas que se alzaba al otro lado de la calle.
El edificio estaba coronado por un cobertizo, del que salían unas cuantas luces. Un rincón del ático que se elevaba a ras de la pared del edificio, era el lugar que este invisible observador encontraba más interesante.
Una cerilla titiló en una mano. Cuando la llama encendió un cigarrillo, reveló un rostro áspero y endurecido. La cerilla se extinguió y el individuo chupó su pitillo.
Cuando la reluciente punta descendió de sus labios, el hombre emitió un gruñido feroz, en consonancia con su rostro.