Grant, Maxwell
Al subir el enorme automóvil por el enarenado paseo y detenerse bajo la puerta cochera de un palacio grande, de piedra gris, un observador hubiera dicho que nadie ocupaba el asiento de atrás.
Pero el chofer abrió la puerta, como si esperara que se apease alguien.
-Hemos llegado, señor Cranston- anunció-. Esta es la casa del señor Waddell.
Las sombras del asiento de atrás se resolvieron en una figura que se movía con languidez, como si acabase de salir de profunda meditación. El propietario del coche se alzó pausadamente y se apeó.
-Está bien, Stanley-dijo-. Has logrado recorrer la distancia en bastante poco tiempo. Vuelve a las once y media.
Un lacayo se acercaba. El chófer habló.
-Este caballero, es el señor Lamont Cranston-dijo-. Viene a ver al señor Waddell.