Bulmer, Kenneth
Crane vio de pronto una luz extraña brillando a través de los pesados cortinajes negros que amortajaban la casa. Se aproximó a la ventana y, antes de que nadie pudiera impedírselo, retiró la cortina. Al principio no comprendió lo que vio: un orbe redondo de color vivo que le miraba sin parpadear a la cara. Era… un ojo. Un ojo inmenso y triste fijo en él, mirándole a través de la rendija de los cortinajes, un ojo rodeado por una espiral viviente de llamas que, la última vez que la vio, había engullido al pobre Barney en el parque de estacionamiento. Otros tres por lo menos habían desaparecido dentro del mundo extraño de donde vinieran los extranjeros que volvieron loca a la muchacha. Y antes de que Crane terminara de investigar el secreto del País Mapa, de destino de dos mundos estaría en balanzas.