Lindser, H.
Alejandro Dumas, padre, bautizó como «mohicanos» a los pequeños rufianes que en su época infestaban los barrios golfos de París. Era la moda del tiempo que ya empezaba a venir de América. Más tarde, el calificativo perdió vigencia, aunque no el sello de su procedencia. Un periodista francés llamó a aquellos rufianes «apaches», y el nombre tuvo éxito. Los apaches de la capital del Sena, pues, fueron los viejos mohicanos que hoy, después de la última guerra han pasado a mejor vida, para convertirse en algo mucho peor: gangsters de la peor de las mafias. Aquellos apaches que tuvieron su época dorada desde finales de siglo hasta 1940 eran unos marginados de la ley que componían bandas que tenían lo suyo de pintoresco, diferenciándose por barrios y repartiendo por toda la capital el pequeño terror que había nacido con los flecos de la «belle-epoque». No tan fieros como los gangsters posteriores, cometían, sin embargo todo género de salvajadas que los costumbristas pretenden disfrazar y hasta glorificar, con el pintoresquismo de sus costumbres y, sobre todo, de un determinado género de baile que por entonces sembraba de color todas las noches de París. En un momento determinado surge una mujer de esplendente belleza Amalie Helli, que iba a convertirse en la reina de los apaches. Codiciada y mimada por los terribles Leca y Manda, su historia es apasionante y está llena de altercados, disputas y muertes a su alrededor. Esta es la historia de Amalie Helli, que terminó convirtiéndose en una buena burguesa, después de pasear por los escenarios ínfimos toda la crónica, en versión musical, de una época bastante más terrible de lo que a simple vista parece.