Villiers de L´isle Adam, Auguste

Con estos cuentos, el autor se proponía “aterrorizar al lector” así como “Faire penser!” (hacer pensar). Mallarmé deseaba que dicha obra provocase al burgués “tales náuseas que llegue a vomitarse a sí mismo”. La mayor parte de los textos de Villiers anteriores a estos cáusticos escritos habían pasado sin pena ni gloria. Obras como sus Primeras poesías (1859), la novela Isis (1862) y las piezas teatrales Ellen (1865), Morgana (1866), Rebeldía (1870) y El nuevo mundo (1875) cosecharon poco más que una indiferencia mayoritaria. Los Cuentos crueles fueron escritos a lo largo de un período de unos quince años, teniendo a Edgar Allan Poe como uno de sus principales referentes (Villiers era un gran conocedor de la obra del escritor americano, hasta el punto de que era capaz de recitar algunos de sus cuentos de memoria). Fueron apareciendo en publicaciones como Gil Blas o la Revue des lettres et des arts, de cuya redacción formaba parte Villiers, y editados globalmente en 1883. Antes de darles su título definitivo, el autor barajó otros como Cuentos taciturnos, Historias misteriosas, Historias filosóficas o Historias enigmáticas. En total suman 28 relatos: “Las hijas de Bienfilâtre”, “Vera”, “Vox Populi”, “Dos augures”, “La cartelera celeste”, “Antonia”, “La máquina de Gloria S.G.D.G.”, “El duque de Portland”, “Virginia y Pablo”, “El convidado de las últimas fiestas”, “¡No confundirse!”, “La impaciencia de la multitud”, “El secreto de la antigua música”, “Sentimentalismo”, “La más bella cena del mundo”, “El deseo de ser un hombre”, “Flores de tinieblas”, “El aparato para el análisis clínico del último suspiro”, “Los bandidos”, “La reina Isabel”, “Sombrío relato, narrador aún más sombrío”, “Intersigno”, “La desconocida”, “Maryelle”, “El tratamiento del doctor Tristán”, “Cuento de amor”, “Recuerdos ocultos” y “Epílogo. El anunciador”. En 1888, junto a sus Historias insólitas, vio la luz una segunda remesa bajo el título de Nuevos cuentos crueles. Las ediciones modernas suelen englobar las dos entregas en un mismo volumen. El tema del amor más allá de la muerte aparece en “Vera”, en sintonía con el exacerbado idealismo del autor y su fe en la superioridad del espíritu sobre la materia. Lamenta amargamente la ceguera de las masas en “Vox Populi”. En “El convidado de las últimas fiestas” o “Flores de tinieblas” muestra un reverso perturbador de la sociedad mundana parisina de la época, a la par que describe ocupaciones “poco ortodoxas”. Algunos, como el citado “Vera”, poseen un cariz fantástico, que en ocasiones linda, al igual que ocurre en su novela La Eva futura (1886, cuyo título parece haber inspirado el del libro de Angela Carter La pasión de la nueva Eva) con el terreno de la ciencia ficción; otros pueden considerarse cercanos al poema en prosa, y otros son los cuentos propiamente “crueles”, dardos disparados arteramente contra determinados aspectos de la sociedad que le tocó vivir. El poder del dinero para corromper los sentimientos más nobles se trata en “Virginia y Pablo”, mientras que la sordidez de la vida burguesa es retratada en “¡No confundirse!”. Gran parte de ellos están enmarcados en el otoño y la noche de esa “ciudad de lo extraordinario” que para el autor era París, y poblados en muchos casos por mujeres fatales de belleza medúsea y sombría.

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