Salvadó, Albert
Existen muchas leyendas urbanas que, aunque parezcan inverosímiles, una vez fueron ciertas. Una de ellas explica que cuando el Gran Casino de La Rabassada (Barcelona) mantenía todo su esplendor, a finales de 1911, se dieron en su interior diversos casos de suicidio, motivados todos ellos por la pérdida de grandes fortunas. Incluso se oía que existían salas habilitadas para tal menester. Con esta información, el escritor Albert Salvadó trata de esclarecer, bajo el prisma de la novela negra o de misterio, el enigma de los suicidios del Gran Casino. Principios del siglo XX. Barcelona está creciendo, tanto económica como geográficamente, y quiere hacer suya la bella falda de la montaña del Tibidado. En 1901 allí se inaugura el Funicular, en 1905 el Museo de Física de Ferrán Alsina y en 1911 abría el Gran Casino; en total, todo un complejo lúdico social donde compartían protagonismo un Hotel, con su Restaurante con chef traído de Francia, un parque de atracciones y el Casino, hoy reducido a ruinas. Lo mejor de la sociedad catalana se paseaba por sus instalaciones, así como lo más granado de la alta sociedad europea y en ocasiones americana. Con el fin de proporcionar a los visitantes extranjeros un mayor confort y ofrecerles una estancia agradables, se constituyó El Círculo para Extranjeros, donde se velaba por su seguridad. En este punto aparece nuestro protagonista: Víctor Pons, un joven barcelonés de origen humilde, que accede al puesto de encargado de seguridad del casino, aunque nada es lo que parece. El padre de Víctor guarda un pasado que este descubrirá tras su muerte, pero antes deberá esclarecer los hechos acaecidos en una de las salas privadas del casino, cuando una noche aparece muerto uno de los clientes. Víctor conoce perfectamente los bajos fondos de la ciudad: primero por el pasado de su padre y después por él mismo, que tiempo atrás cometió actos delictivos y ahora el responsable del casino le pide que lleve a cabo uno de estos. Su vida, en tan sólo quince segundos cambia radicalmente. Además, Víctor está perdidamente enamorado de Carla, hija de un próspero hombre de negocios catalán, con la que poco a poco entra en un mundo que, aun no siendo ajeno, sí le queda algo lejano: sus orígenes humildes pesan mucho más que su incipiente carrera.