Potocki, Jan
El personaje conductor de la historia, el caballero Van Worden, nos cuenta lo que le pasó y lo que otros, a su vez, le cuentan que les pasó y cuentan lo que les contaron terceros y así continuamente hasta completar el círculo. El periplo que realiza Van Worden es un viaje iniciático (ha de pasar una serie de pruebas para conseguir ser aceptado en el clan de los Gomélez, y recibir su fortuna) hay momentos a lo largo de la obra en los que llegamos a perder la noción del espacio y el tiempo y olvidamos quién es quién, dónde nos encontramos y cómo hemos llegado a este punto. Pero asimismo nos decimos que eso ya no importa, lo que cuenta es seguir leyendo, porque todas las historias son interesantes y todas tienen algo que nos hace seguirlas con atención. Incluso el autor, por boca de alguno de los personajes, llega a esta misma conclusión y lo manifiesta jocosamente. Hay quien llega a considerar a Van Worden como un precedente del héroe kafkiano. Y la verdad es que en algunos momentos sí que nos recuerda, en alguna de las situaciones, al protagonista de El Proceso. En la novela encontramos acción, disertaciones teóricas, amor –platónico, y del otro- emoción y mucho, mucho humor. Hay relatos francamente divertidos (el de Avadoro y la tinaja de tinta) y otros complicadísimos desde el punto de vista filosófico (los que cuenta el Judío Errante) o científico (las explicaciones del geómetra Velázquez). Estas últimas son un tanto farragosas. Las historias de amor son muchas y variadas, unas platónicas y otras francamente provocativas, como la relación que mantiene el protagonista con sus primas musulmanas. También las partes contadas por el jefe Gitano y los protagonistas de sus narraciones, son bastante perturbadoras. Es llamativo el tratamiento del sexo, que, a mi parecer, levanta chispas en algunas situaciones, de un modo bastante novedoso para la época en que se escribió. De hecho, un cierto erotismo recorre la obra, creando algunas situaciones realmente de gran tensión. La poligamia, la infidelidad, el deseo, las propias relaciones sexuales, están tratados con mucha naturalidad. Los personajes femeninos, dentro de que hay una gran variedad, son, en general, fuertes. Rebeca, la hermana del geómetra, o la duquesa de Medina Sidonia, tienen una personalidad férrea y se salen del común de la época. Realmente si nuestro autor hubiera intentado publicar en España, la Inquisición se lo hubiera llevado por delante.