Fernández LLorente, Antonio & Balmaceda, Oscar
La Argentina es un escenario en el que los mensajes suelen enviarse envueltos en sangre, por lo que en realidad a su contenido debe asignársele el macabro valor de un ultimátum. Sin duda en esta realidad debe ubicarse el martirio del fotógrafo José Luis Cabezas, ocurrido el 25 de enero de 1997 en una cava cercana a Pinamar. Una tragedia que tuvo como epicentro el elegante balneario de la costa atlántica bonaerense, justo en el momento en que allí se solazaban notorios personajes del poder político, hombres ricos y famosos precisamente por esa riqueza exhibida sin remilgos, y las nutridas comparsas que habitualmente los acompañan. En ese marco apareció, aquella madrugada, el cadáver esposado y calcinado del reportero gráfico de la revista Noticias. En medio del horror que provocó el hallazgo se escuchó la primera reflexión del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde: \"Me tiraron un muerto\". El tenaz aspirante a sustituir a Carlos Menem en la Presidencia de la República no pudo ocultar que sentía que a él iba dirigida esta infausta advertencia, aunque más tarde argumentara que en realidad el homicidio era un mensaje para toda la sociedad.