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En 1868 todo lo que ocurre en Europa está dominado por el poder político y militar del Imperio francés. El tercero de la dinastía napoleónica, «Napoleón el Pequeño», ha impuesto el principio de las nacionalidades, como forma de debilitar el poder de Austria, que puede discutirle la hegemonía sobre el Continente: Magenta y Solferino o son el origen del nuevo reino de Italia; pero Sadowa provocará el nacimiento de una nueva gran potencia europea: Prusia. En vísperas de la gran catástrofe de 1870 el Imperio francés vive sus últimos días de gloria y despreocupación, a los sones de la música endiablada de Offenbach. Para los europeos, España es un país casi tan lejano como Persia, el Sudán o las pequeñas repúblicas centroamericanas. Y casi tan desconocido. Merimée y Teófilo Gautier han creado el cliché estereotipado que, hasta casi nuestros días ha sido moneda comúnmente aceptada: Un país pintoresco, donde los bandidos asaltan las diligencias, de «toreadores» y de bailarinas que agitan los faralaes de su amplia faldamenta sobre el tablero de la mesa común en los figones o rústicas tabernas (los cromos de las cajas de pasas que España exportan ayudan a propalar por Europa la clásica estampa). Entre tanto, España pugnaba por salir de su ancestral retraso de siglos, de la inestabilidad política y del marasmo económico. La Revolución del 68 constituyó un fallido intento, llevado a cabo por los mejores de sus hijos. Aquellos españoles pensaron que un cambio de dinastía pudiera acaso ser la panacea. Y comenzó el largo peregrinar por casi todas las cortes europeas en busca del que quisiera colocar sobre su cabeza la gloriosa corona de España. Pero ninguno la deseaba: Las ranas pidiendo rey. Al fin se encuentra un valiente: el príncipe Amadeo de Saboya, cuyas buenas intenciones se estrellarían contra la dura realidad española. Para España sería un fracaso. Para Europa, aquella búsqueda de rey provocaría, en un juego de revanchas y contrarrevanchas la serie de cataclismos que se extenderán hasta nuestra época: la guerra franco-prusiana, las dos Guerras Mundiales. De este modo, «la guerra fría» a que actualmente el mundo se ve sometido, tiene su lejano antecedente en los esfuerzos de aquella España decimonónica «en busca de rey».

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