Pérez-Foncea, J.

El brillante historial del marino guipuzcoano Blas de Lezo, quien les había derrotado otras veces, debió haber prevenido a los ingleses. Pero tanta era su superioridad numérica y tan segura daban su victoria, que antes de la batalla acuñaron una medalla conmemorativa de la toma de Cartagena de Indias. Penoso error.

Ese puerto era la llave que abriría a la corona británica el dominio de toda América y la expulsión absoluta de los españoles. El ataque, llevado a cabo en 1741, se topó sin embargo con una defensa valiente, inteligente y eficaz que humilló a Inglaterra y prolongó un siglo la potencia naval y territorial de España en el Atlántico.

Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.

Esta frase la pronunció el Almirante Blas de Lezo cuando la armada inglesa dirigida por el almirante Vernon se retiraba del sitio de Cartagena, destrozada.

Pocos hombres en la Historia de España han hecho tanto por su patria y, sin embargo, han caído en tan triste e incomprensible olvido, como el Almirante Blas de Lezo. Un hombre con una vida épica como pocas que nada tendría que envidiar a la de los protagonistas de las más trepidantes superproducciones de Hollywood.

La clarividencia y el arrojo de Blas de Lezo, manco, tuerto y cojo, con sólo seis navíos a su disposición, conseguiría salvar a su país del mayor desembarco conocido hasta entonces, sólo superado por el de Normandía, doscientos años después. Sin embargo, ni siquiera se sabe dónde está enterrado.

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