Cheever, John

¿Por qué leer un libro escrito en 1986? Ni clásico todavía, ni actual, sin embargo más cercano al momento político que estamos viviendo que al de entonces. Los personajes están inmersos en un caos que responde a una falta de criterio político o de organización. De alguna manera esa sociedad en la que viven ha perdido el norte literalmente, se mueve sin saber hacia dónde, las instituciones ejercen un poder más que un papel, actúan siguiendo un manual de leyes que permiten o rechazan comportamientos sin más razón que la costumbre.Cheever construye una narración, no una novela, cimentada en sensaciones. Algo así como voy a contar la pérdida de criterio, el olvido de lo auténtico, lo que nos daba sentido. Y para eso elige a un viejo todavía firme, que se resiste a perder la capacidad de sentir y que ya, libre de las ataduras del trabajo, que te mantiene alimentando ese sistema absurdo, puede mirar desde la nostalgia, contrastar el presente con un pasado propio pero lejanísimo en cuanto al modo de vida. Puede además traer al presente el momento de la juventud madura, ese en el que tienes que actuar aunque no sepas cómo. Así que, en esa vivencia del tiempo no limitado por el trabajo, los hechos pierden sus contornos y la mirada toma distancia.El narrador dirige la lectura obligando a entrar en la historia, a mirar ese mundo enrarecido desde la perspectiva del mundo natural de antes, donde el paisaje y el hombre vivían en armonía. Y esa armonía, simbolizada en el agua pura, capaz de albergar truchas y berros, es la que necesita encontrar el viejo protagonista, todavía firme. Nada transmite una sensación de realidad, como si se hubiera quedado al otro lado. Sólo la recuperación del agua pura hace posible la vuelta de las cosas mismas, es el momento en el que el personaje es capaz de ver el mundo fuera de él.El lector puede sentir la extrañeza de los acontecimientos que se van enlazando hasta aclarar cómo pudo suceder la vuelta al agua virgen. Puro surrealismo desde la distancia, pero lo que lo convierte en verdaderamente extraño es que esos acontecimientos podrían suceder en cualquier momento y cualquier lugar. Es la conciencia que abre la narración, el asistir de repente a los resortes que mueven a los personajes, emociones siempre incontroladas, lo que hace caer en la cuenta del absurdo. Las manos negras que llevarían el mundo a la catástrofe no son más que todas las no decisiones de la vida cotidiana de cada uno de nosotros. No voy a contar qué decisión resuelve el problema porque sería desvelar la intriga, pero tiene que ver con que algo llegue a despertarnos del letargo, una acción que emocionalmente nos obligue a implicarnos.La ironía sigue funcionando como una amable y clara forma de despertar. Ahí nos movemos en el ámbito de lo compartido. La risa es en el fondo la celebración de entendernos, contemos lo que contemos, vengamos de donde vengamos.Silvia Bardelás

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