Perry, Anne
Dos horas más tarde, el inspector Thomas Pitt cerraba la puerta del matadero e iluminaba el patio con su linterna. Miró el cadáver, que yacía tal como lo había encontrado el agente. Su aspecto a la tenue luz del amanecer incipiente era grotesco. Lo observó. El muerto no tenía el menor rastro de sangre en las manos. Incluso las uñas estaban limpias, lo que resultaba muy curioso en cualquier persona que frecuentara una zona como aquella...»