Valmont, Andre
En el ambiente caliginoso de cierta tarde de julio del año 1921 unos niños juegan cerca de Maxwell Street, el ghetto de Chicago. En el cruce que forman Haltead Street y la calle Catorce, a la sombra que procura el muro de una fábrica, lanzan sus canicas y corean cada jugada con sus gritos de alegría o de decepción. De repente, el que va a tirar se detiene. Toda la pandilla vuelve sus ojos hacia un «sedan» negro que desde hace media hora se halla estacionado junto a la acera. Del, interior del coche surgen cuatro hombres y rodean a otro que se dirigía hacia los niños, en mangas de camisa, pero cubierto con un sombrero de fieltro de color negro. El desconocido palidece; no pronuncia una sola palabra mientras es introducido a empellones dentro del coche, que se pone en marcha inmediatamente. Todo ha ocurrido en unos instantes. Los chiquillos reanudan sus juegos. A la mañana siguiente el cadáver del hombre del fieltro negro es encontrado con una bala alojada en la cabeza, cerca de Libertyville, a unos 50 kilómetros al norte de Chicago. Su nombre es Steve Wisieswsky. La policía le identifica fácilmente. Es conocido como uno de tantos racketters[1] de poca envergadura. Wisieswsky había cometido un grave error: Secuestró un cargamento destinado a los almacenes de dos de los caciques del contrabando de bebidas: Terry Duggan y Frankie Lake. Los anales del crimen no hubieran recordado a Wisieswsky de no haber sido éste el primero de una serie de 703 traficantes que dejaron sus vidas en los múltiples arreglos de cuentas, que sólo en la ciudad de Chicago se sucedieron durante los catorce años de la prohibición. Steve Wisieswsky inauguró los «paseos», que, después de él, realizarían tantos gángsters de nombre más célebre... Aquella ejecución, relatada por los periódicos, aumentó las inquietudes de los ciudadanos pacíficos, que iban dándose cuenta del papel nefasto que el tráfico del alcohol empezaba a jugar en sus vidas y en la del país.