Trotsky, León
¿Qué es moralmente aceptable en la lucha política? ¿El fin justifica los medios? ¿La utilización de la violencia en la lucha contra la dominación del hombre sobre el hombre, equiparan al oprimido con el opresor, a la víctima con el verdugo? Socialdemócratas, anarquistas, intelectuales de izquierda, moralistas pequeño burgueses, demócratas, intelectuales de derechas, curas, monjas y, por supuesto, burgueses atruenan con estas preguntas para apuntar con su dedo acusador a los marxistas, paradigma según ellos de la absoluta falta de escrúpulos a la hora de conseguir sus fines políticos.
Empuñando la bandera de la moral, los acusadores señalan que no todo vale, que hay fronteras que no se pueden cruzar y reglas que no se pueden romper. Así entonan la cantinela de los crímenes del comunismo, el terror rojo, la dictadura y todo lo demás.
En Su moral y la nuestra, Trotsky hace frente a todas estas acusaciones y deja las cosas claras: La moral, en la sociedad divida en clases, posee inevitablemente un carácter de clase. Así, queda al descubierto que no hay "valores morales universales" por encima de esta lucha y quien crea poseerlos está condenado a aplicar la moral de la clase dominante.