Westlake, Donald E.
A la mafia le gusta hacer las cosas bien, le gusta celebrar funerales fetén por la muerte de un viejo camarada, aunque sólo fuera un pelanas. Lo malo es que siempre se cometen errores. Alguien olvidó retirar la heroína que se escondía en la americana del fiambre, heroína por valor de un cuarto de millón de dólares, nada, una friolera. No queda más remedio que desenterrarlo y a Nick Rovito, el jefe, no le hace ninguna gracia enterarse de que el ataúd está vacío. Oye, Engel, le dice Nick a su hombre de confianza, tienes que encontrármelo, yo sé que tú me lo vas a encontrar. Así fue como Al Engel se complicó la vida. Descubrió a un muerto, pero no era el que buscaba y la policía se le echó encima. Descubrió a una viuda misteriosa y ojalá no la hubiera conocido. Descubrió que la confianza daba asco. Descubrió que más valía pirárselas a California.