Marx, Karl
Marx pone a trabajar en este estudio (así como también en La lucha de clases en Francia y, luego, en La guerra civil en Francia) su máquina teórica: el materialismo histórico. Y lo hace dándole una amplitud sorprendente. La sociedad actual, efectivamente, se irá dividiendo "cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado" (según expresa el Manifiesto), pero ello no es más que una tendencia, que no releva de analizar los diferentes grupos e intereses que dividen a su vez a estas dos grandes clases y sus respectivos aliados. La lógica se hace aquí sutil y rigurosamente multipolar. Todo proceso debe ser entendido a partir de los intereses y de las condiciones materiales, sí, pero no por ello carecen de importancia los demás factores, a los que Marx dedica ejemplar atención. Lo que separaba a las diferentes fracciones en pugna de la población francesa en el período estudiado eran ciertamente sus condiciones materiales de vida, pero "al mismo tiempo, había viejos recuerdos, enemistades personales, temores y esperanzas, prejuicios e ilusiones, simpatías y antipatías, convicciones, artículos de fe y principios". No tener esto en cuenta llevaría a ignorar la diferencia "entre lo que un hombre piensa y dice de sí mismo y lo que realmente es y hace". En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx plasmó algunas frases inolvidables que figuran entre los lemas marxistas, y son una marca de fuego en la memoria de los hombres: "El capitalismo lleva en sí mismo los gérmenes de su propia destrucción" o "El capital nace chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies". Marx analiza en esta obra cómo un mundo encantado de ropajes y de tronos encandila la vista de los explotados.