Quevedo, Francisco de

"El tratadillo, burla burlando, es de veras. Tiene cosas de las cosquillas, pues hace reír con enfado y desesperación. Extravagante reloj que dando una hora sola, no hay cosa que no señale con la mano. Bien sé que lo han de leer unos para otros, y nadie para sí. Hagan lo que mandaren, y reciban unos y otros mi buena voluntad. Si no agradare lo que digo, bien se le puede perdonar a un hombre ser necio una hora, cuando hay tantos que no lo dejan de ser una hora en toda su vida."

Así comienza Don Francisco de Quevedo esta obra suya dedicada a Don Álvaro de Monsalve, canónigo de la Santa Iglesia de Toledo, que pretende ser -como él bien indica- una especie de tratado moral, en donde señala valientemente y con deliciosa ironía todos los que él consideraba grandes males de su tiempo.

Se despacha así a gusto contra los médicos, letrados y litigantes; contra las damas de su tiempo y sus excesivos afeites, quienes se ahumaban las cejas y se enceraban los labios. Contra los ministros, ladrones legales; contra la gente poderosa que se aprovecha del pueblo para enriquecerse. Contra los reinos de Italia, Inglaterra, Francia, contra los turcos, contra los negros, enemigos todos en la época de aquella España decadente que tanto amaba Don Francisco y que tanto le dolía.

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