Grubb, Davis

Son los duros años de la Depresión y Ben Harper, un padre de familia que un día se hartó de tanta miseria y asaltó un banco, espera en la cárcel a que lo ejecuten. Habría obtenido una pena menor si hubiera dicho dónde escondió el dinero, pero se ha negado obstinadamente a confesarlo. Comparte celda con Harry Powell, conocido como el Predicador, un enigmático personaje que lleva tatuadas las palabras «amor» en los dedos de una mano y «odio» en la otra, y está detenido por un delito menor. Ben está casado con Willa y tiene dos hijos, John y Pearl. Los niños estaban con él cuando le detuvieron y saben dónde está el dinero del robo, pero han jurado no decirlo a nadie. Ben morirá en la horca y el Predicador, una vez cumplida su condena, llegará un día al pueblo donde malviven Willa y los pequeños John y Pearl...

En 1955, Charles Laughton, un actor británico de inmenso talento, realizó la que sería su única película como director, La noche del cazador. Ominosa y hermosísima, la película es el resultado del afortunado encuentro de un grupo de talentos que coincidieron en una obra de arte mítica que ha fascinado desde entonces a generaciones de aficionados al cine. Robert Mitchum, en el cénit de sus dotes interpretativas, encarnaba al Predicador, y las magníficas Shelley Winter y Lilian Gish le daban la réplica. Pero en el origen de aquella película de culto estaba la espléndida novela de David Grubb, publicada en 1953. Notable combinación de realismo casi expresionista y fábula gótica, debe su encanto aterrador tanto a su atmósfera enrarecida y onírica como a su perverso suspense, propio de la mejor novela negra americana de la época...

«La noche del cazador es una novela de un suspense implacable, que seduce al lector desde la primera hasta la última página»

(The New York Times).

«Una novela que todos los fieles del film deberían tener en sus bibliotecas»

(Jacques Goimard).

«Una novela extraña, brillante, con un crescendo narrativo perfecto, que induce en el lector terror y piedad... La película es pródiga en talento interpretativo. Robert Mitchum, en el cénit de su casi inhumana belleza, compone una arrasadora combinación de ángel caído y mundano seductor. Una novela excepcional que ha dado lugar a una película excepcional, pero en el balance final, debemos decir que el libro es aún mejor que la película»

(Magie Gee, Times Literary Supplement).

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