Ada, Antoine de

El 17 de febrero de 1815 había muerto lady Hamilton, la famosa amante de Nelson. Emma Harte Lyon, posteriormente lady Hamilton, había escandalizado a la puritana sociedad inglesa del siglo XVIII, para morir en la mayor penuria a comienzos del siglo XIX. Tres años más tarde, vendría al mundo una escocesa que habría de superar con creces la vida escandalosa de lady Hamilton y que habría de imponerse en las cortes europeas, primero, y después en Norteamérica, con unas artes parecidas a las de lady Hamilton. Bien es verdad que esta escocesa, lanzada ya por la carrera de la aventura amorosa, habría de hacerse pasar por sevillana y escandalizar a los hombres no sólo por su belleza soberana sino también por las dotes de su ingenio y su habilidad en el arte de Terpsícore... Esta sevillana de pega, dicen unos que vino al mundo en Montrose (Escocia) y otros en Limerick (Irlanda). La especie de que había nacido en Sevilla, hecha circular por el la misma, no la sostiene ninguno de sus biógrafos. Tampoco la fecha de su nacimiento está fuera de toda discusión, ni mucho menos. Se citan los años de 1818, 1822 y 1824 como data del nacimiento de esta bella y desconcertante mujer. No obstante, son mayoría los que dan por nacida a María Dolores Gilbert en la localidad escocesa de Montrose el año de 1818. Posteriormente, ella, una vez que hubo descubierto sus aptitudes de bailarina y convencida de que su nacimiento escocés no podía por menos de ser un obstáculo para su ambición de descollar en las tablas pespunteando los marciales pasos del baile andaluz, logró que la gente la tomase por andaluza, sevillana nada menos. María Dolores Gilbert trocó entonces su apellido por el de Montes y españolizó su patronímico haciéndose llamar Lola. Convertida ya en Lola Montes, la avispada escocesa se dispuso a conquistar al mundo bailando y haciéndose amar por los públicos, y también por no pocos individuos. La leyenda de su nacimiento sevillano tomó carta de naturaleza, e incluso hubo quien llegó a decir que Lola Montes era pariente del famoso torero andaluz Francisco Montes «Paquito», que fue el primero que recopiló las normas clásicas del arte de la tauromaquia. La madre de la que, andando el tiempo, había de convertirse en una de las más famosas aventureras de todos los tiempos, era una criolla llamada María Dolores Olivier Castle. Esta, haciendo honor a su sangre criolla, parece ser que no fue precisamente una dama virtuosa a la usanza puritana, ni mucho menos. Tuvo relaciones amorosas con un teniente del ejército británico, Edward Gilbert. La ardorosa criolla encandiló al teniente y logró que éste la hiciese su mujer. Fue uno de esos llamados matrimonios por amor, concertado un poco a la buena de Dios, en los que muchas veces no es precisamente el corazón enamorado el que decide la boda, sino unos sentimientos mucho más emparentados con la estricta sensualidad que con el verdadero amor. El matrimonio, como tal matrimonio, pronto constituyó un fracaso. La joven y bella esposa del teniente era una mujer que desconocía en absoluto el valor del dinero e ignoraba esa sutil ciencia que se llama economía doméstica. Como el sueldo del teniente Gilbert no era precisamente el de un nabab, pronto empezaron a surgir los embrollos de origen crematístico, y la luna de miel fue convirtiéndose poco a poco en verdadera luna de miel.

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