Maugham, W. Somerset

En Fruto prohibido se incluyen los siguientes relatos:

—Mackintosh (Mackintosh)

—La caída de Eduardo Barnard (The Fall of Edward Barnard)

—Neil MacAdam (Neil MacAdam)

—La carta (The Letter)

LA CARTA.-Una magnífica novela corta de William Somerset Maugham.

Una mujer, esposa de un plantador ingles, en Singapur, es detenida por matar a un hombre que quiso propasarse con ella cuando la visito en ausencia de su marido.

Toda la trama se basa en la inocencia de la mujer que cuenta con excelentes abogados, y solo esperan el juicio para que la liberen de la cárcel.

Su esposo, un hombre honrado y trabajador, detestaba al sujeto que su esposa había matado y justificaba su proceder, pero ocurre que una mujer china dice tener en su poder una carta que probaría que fue la esposa del plantador quien habría llamado, mediante esa carta, al hombre a su casa.

Quién aún no la conozca leala, las pasiones humanas quedan al desnudo, como en la inmensa mayoría de las obras de este gran narrador.

Hay dos versiones cinematógraficas. William Wyler rodó una excelente película con Bette Davis de protagonista.

MACKINTOSH.- El Pacífico es inconsciente e incierto como el alma del hombre. Algunas veces tiene un color gris, como el canal inglés de Beachy Head, con una pesada ondulación, y otras es áspero, coronado de blancas crestas y de aspecto amenazador. Rara vez está en calma y rara vez su color es azul. Pero entonces su azul es verdaderamente magnífico. El sol brilla furiosamente en un cielo sin nubes.

NEIL MACADAM.- El capitán Bredon era un hombre de buen carácter. Cuando Angus Munro, el conservador del Museo de Kuala Solor, le dijo que había aconsejado a Neil MacAdam, su nuevo auxiliar, que cuando llegase a Singapur fuera al «Hotel Van Dyke» y le rogó a Bredon que se encargara de él para que no le sucediese nada desagradable durante el poco tiempo que tenía que permanecer en la ciudad, le contestó asegurándole que haría todo lo que estuviese en su mano.

LA CAIDA DE EDUARDO BARNARD.- Aquella noche Bateman Hunter durmió intranquilo. Durante los quince días de Tahití a San Francisco, en el vapor había estado pensando en la historia que tenía que contar, y durante los tres días de tren se había repetido interiormente las palabras con que trataba de contarla. Pero dentro de unas horas estaría en Chicago y todavía le asaltaban las du¬das. Su conciencia, siempre muy sensible, estaba intranquila

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