Grey, Ian
Han pasado más de treinta años desde la muerte de Stalin. El incesante clamor de elogios que acompañó a su nombre en la Unión Soviética se ha acallado. En Occidente su mención provoca indignación y crítica. Se le considera un déspota perverso, «el mayor criminal de la historia». Como un icono situado delante de su lámpara de aceite, y tan tiznado que sus rasgos apenas son visibles, se ha convertido en una sombra confusa, que sólo con dificultad puede ser identificada.Stalin fue, sin embargo, un gobernante en la tradición de Iván el Terrible y Pedro el Grande. Eran grandes su valor, su habilidad y sus objetivos. Su enérgico liderazgo transformó una nación vasta, atrasada y agrícola en una potencia industrial moderna.
Fue también despiadado e inhumano en sus métodos. Al igual que muchos hombres excepcionales, era una amalgama de cualidades diversas.